La preocupación por la muerte siempre ha sido una constante en todas las civilizaciones, culturas y sociedades, marcando el ritmo de los principales acontecimientos de la vida. En nuestro presente, la muerte ha adquirido un papel complejo que se debate entre la ocultación y la voluntad de retrasar o modificar su presencia, transformando muchas de las antiguas tradiciones en actos de naturaleza muy diversa. El Día de los Difuntos, instante de gran carga simbólica que antaño canalizaba multitud de problemáticas y necesidades sociales, parece haber quedado ensombrecido por la popularidad irrefrenable de festividades de nuevo cuño como Halloween. Sin necesidad de entrar en cuestionamientos de valor, creemos que es un buen momento para echar la vista atrás y recuperar una cultura de la muerte más amplia y propia, en el marco de nuestra contemporaneidad, y en la que, sin duda, hay también un gran espacio para lo festivo. La muerte no tiene que ir necesariamente acompañada de un velo negro y triste; también es una ocasión perfecta para celebrar la vida.